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lunes, 15 de febrero de 2010

¿Quién carajo emite las regulaciones técnicas en el ministerio de transportes?

Sobra comentar la arbitrariedad de las normas impuestas hace algún tiempo para los motociclistas en Colombia. Subrayo motociclistas porque es a ellos -nosotros- a los que se les aplican esas normas y no a las motos. Es decir, en poco o nada varía la situación nacional en cuestiones de movilidad y seguridad frente a este tipo de vehículos automotores mientras, no obstante, se desestimula la tenencia de estos vehículos con leyes absurdas. Y es que pretendo demostrar que esas leyes en vez de aumentar la seguridad pública están en contra de ella:


  1. Casco de seguridad. Una medida aceptable, aunque, en una sociedad libre, la elección de estar más o menos protegido en caso de un accidente depende enteramente del individuo y no del gobierno. En este sentido, lo que constituye la verdadera responsabilidad del gobierno es la seguridad de la vía pública, por ejemplo, usando pintura antideslizante en los caminos vehículares; en Colombia, por el contrario, se expone al motociclista a más riesgos con una pintura que no llena ese simple estándar. Aquí que casi todo funciona al revés, el gobierno usurpa el derecho individual a elegir las propias conveniencias en vez de ocuparse de sus tareas propias. La aplicación del casco lo afecta a uno mismo, no a terceros. Pero, ahora resulta ser que los gobernantes departamentales, municipales y distritales se preocupan más por sus cifras de disminución de mortalidad y accidentalidad que por la mortalidad y accidentalidad mismas. Para la muestra un botón: El pico y placa (medida que restringe la circulación diaria de determinados vehículos según su número de placa) no se toma en cuenta al decir que ha disminuido la accidentalidad. Si menos vehículos se desplazan diariamente, resulta bastante obvio que la cifra de accidentes por mes disminuya [...] Los resultados reflejan más magia con los números que planes y resultados concretos de movilidad y tránsito vehicular en particular. A esa gente esto -a parte de otras tantas cosas- también se le ha salido de las manos. El problema, como siempre, es educar a la sociedad. Tanto a los conductores de vehículos de cuatro y más ruedas como a los de motocicletas. Esta medida represiva sólo obliga a la gente a comprar cascos que parecen útiles pero en realidad no sirven para nada y ¡Claro! Cascos buenos que se hechan a perder con la medida de la placa.

  2. Número de placa de la motocicleta en la parte trasera del casco. No sólo una medida absurda sino arbitraria. Son incontables las objeciones que vienen a lugar; pero, para mencionar sólo la más importante: Todos los cascos homologados exigen que para no deteriorar la efectividad del material -en caso de siniestro- no se use pintura o materiales adhesivos sobre la superficie. Luego, ¿Para qué carajo exigen el casco si igual nos obligan a estropearlo? No veo por ningún lado las consecuencias efectivas en seguridad de semejante adefesio. Si alguien quiere ver la placa, que mire la moto. Ahí es mucho más visible y, además, así no se le está indicando a los ladrones en dónde está el dueño (con el casco en la mano y el chaleco puesto) facilitando así sus actividades delictivas. No creo que la policía o las autoridades de tránsito a pesar de su escasa educación sean disminuídos mentales. Como tampoco los testigos en caso de robo, homicidio o -las así llamadas- situaciones de alteración del orden público.

  3. Chaleco reflectivo. No sé si es falta de imaginación mía o si en realidad el material reflectivo tiene algún sentido en horas diurnas. Ellos dicen que es por mejorar la visibilidad; yo digo que la famosa respuesta teatral "no lo ví" por parte de muchas béstias al volante de vehículos de cuatro ruedas, no justifica aumentar los gastos de motociclistas con vehículos suficientemente prominentes a través de la invención del inmundo chaleco. Los paisas, por lo menos, bien la tienen usando chaleco negro (mucho más elegante que el del resto del país) pero con las letras de la placa y las barras en material reflectivo para ser claramente visualizadas en las horas que el material reflectivo funciona: ¡En la noche! Y con suficiente contraste para horas diurnas si es del caso exigir la medida de usarlo en la mañana -sólo por motivos de alteración del orden establecido.

  4. Número de placa en el chaleco reflectivo: En ciudades grandes (dadas las altas tasas de contaminación -y la cochinada de uno que otro motociclista) los números de placa no se alcanzan a distinguir con facilidad. En muchísimos casos son completamente ilegibles. La placa del vehículo, por sucia que esté, resulta más clara. Incluso en horas de alto tráfico o casos de comparendo por exceso de velocidad. Por otro lado, marcar a los ciudadanos como si fueran ganado con el único propósito de perseguir a la criminalidad es un contrasentido. Es mucho mayor el grado de indistinción que se hace de gente con el mismo uniforme. Cómo distinguiría usted a un maleante que se transporta por una autopista congestionada con las mismas prendas y el mismo modelo de moto que la mayoría. Y, para colmo de males, se le hace un gran daño a gente -no tan afortunada como algunos de nosotros- que algunas veces sólo tiene dinero para un litro de combustible. Si imponen el chaleco reflectivo en la noche -sea para ciudades principales, zonas de tolerancia o vías nacionales- me parece aceptable. Pero de ahí a imponerle a los motociclistas que se acaloren más y -por ende- manejen peor, so propósito de mejorar la seguridad, es sinceramente de estúpidos.

  5. Restricciones a motos de dos tiempos: Recojan los vehículos de 4 ruedas -sobre todo los de uso público. Y no olviden imponer restricciones serias a las fábricas. Así sí acabarán con el poblema de la contaminación o, por lo menos, con sus principales responsables. Es un descaro que quieran tomar a los pobres que aún tienen esos vehículos como chivos expiatorios. Esto me recuerda mucho las campañas contra el cigarrillo: Cuando argumentan por un lado que el problema es de contaminación, por el otro apoyan el uso de biocombustibles (que son más perjudiciales para la salud y contaminantes que la gasolina común -Ver estudios de la Universidad Nacional). "Autoridades de tránsito": Una moto no es un carro y 15 fumadores, tampoco.


Fuera de estos comentarios que me tenía que sacar del pecho, también está la cuestión del proyecto de ley del congresista Manuel Virgüez. Vale la pena apoyar la iniciativa de que se regule el curso de formación para motociclistas. Se elimine la destrucción del casco de seguridad por medio de la antes mencionada placa del vehículo; los chalecos reflectivos en horas diurnas (y el que quiera que se lo ponga); las excusas para los empleadores de aquellos que usan la motocicleta como medio laboral y los abusos ocasionados al manejar la situación de las motos a conveniencia del gobernante de turno. No soy amigo del MIRA, pero la iniciativa tiene bastante sentido.


Lo único que queda pendiente en ese proyecto es obligar al gobierno a efectuar mejoras a los peraltes y retenedores en las vías (para hacerlas más seguras para todos y, en especial, para los motociclistas). A usar reductores de velocidad reglamentarios que no afecten la suspensión de los automóviles y el uso de pintura antideslizante en pasos peatonales, señales y demarcaciones laterales.


Finalmente, de las putadas del RUNT prefiero no hablar. Lo único que ese sistema atestigua es la incapacidad operativa del ministerio de transportes y el hambre de dineros que no les corresponden. Por esos lados, los lados de Andrés Uriel Gallego, el poco querido ministro de transportes, la ley anti-motos vió ya su época de recolección de firmas en contra. Ojalá no crea el gobierno que, de nuevo, puede hacer cuanto se le antoje. Lo único que falta es que eviten el derecho de asociación de los motociclistas con el pretexto de que afecta la seguridad nacional como ya ha sucedido con muchos otros gremios.


Da grima, de manera muy especial, que la ley antimotos (proyecto de ley 207) implique el aumento de precios del seguro obligatorio (SOAT) mientras en su actual estado (léase precio) representa un ahorro que el gobierno no está invirtiendo en lo que debería [...]


Si esa gente cree que mezclar reglamentos de sentido común (prohibir el manejo de motos en "alpargatas" u otro tipo de calzado abierto) con la imposición de prendas de seguridad para trial o motocross a gente que conduce en vía pública es normal.


¡Esa gente no está en su sano juicio! No pueden tener su cerebro en normal funcionamiento cuando quieren estimular una cosa pero, en cambio, promueven lo contrario. Ellos no pueden estar bien de la cabeza cuando decretan leyes sobre objetos que no son de su competencia o que, sencillamente, desconocen en absoluto. Ellos son valuartes del fundamentalismo conservador. Y eso, el fundamentalismo -en cualquiera de sus expresiones, es lo que limita a una sociedad para moverse de manera abierta y crecer a lo largo y ancho de sus posibilidades plausibles.