Algún fin de semana encontré a mi mujer con Ser y Tiempo en la mano -El Ser y El Tiempo, como se apoda la traducción del Fondo de Cultura Económica de México.
Me quedé tan sorprendido que dejé escapar una sonrisa recelosa a la que ella contestó: "¿Qué? ¿¡Es que no se puede leer!?"
Tras tremendo recibimiento, el momento no era propicio para explicarle que el libro es una de esas cosas que en Filosofía se llama vulgarmente "ladrillo" y que, ese ladrillo en particular, era una de las peores selecciones que podía haber tomado de mi biblioteca. Una de esas cosas que uno mismo se pregunta qué hace ahí cuando el dinero de su venta aprovecharía mejor en unos paquetes de cigarrillos.
Al intentar recordar esta anécdota con ella, me queda ahora una duda ¿Qué me quedó de la lectura intensa de Heidegger? Aparentemente, sólo estos comentarios ocurrentes...
Leer Ser y Tiempo es como leer La Biblia: Es un texto que, entre líneas, habla de limpieza racial, trata de manera discriminatoria el saber científico, sacraliza su propio verbo en detrimento del análisis detenido de su contenido, entroniza la fábula de la vida silvestre y ve las peculiaridades de la especie humana desde la perspectiva viciosa de un tiempo pasado como si aplicara a todos los tiempos.
Lo preferible es leerlo en su lengua original para pasar unos años de estudio en que -sin llegar a ideas distintas a las que uno ya traía- se podría decir cualquier cosa basado en su lectura.
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